Parásitos etéricos (II)

El trastorno de identidad disociativo parece ser un punto de empalme interesante con las teorías marginales; algunas de sus características como las distorsiones de tiempo, desrealización y amnesia, parecerían lidiar con los relatos de abducciones y posesión demoníaca; en el libro The Demon Syndrome escrito por la psicóloga Nancy Osborn, la protagonista Ann Haywood sostiene durante una terapia de grupo en una clínica psiquiátrica:
La Señora (1) quiere lo que todos sus semejantes pretenden: eligen a personas hastiadas o sometidas, enfermas o debilitadas por vicios como las drogas o el alcohol. Las acechan, buscando sus momentos de mayor debilidad para sugerirles palabras de desaliento y perdición: “Adelante, suicídate. Así estarás en un mundo mejor.”

Cuando estas entidades logran su objetivo, se aprovechan de la energía emocional de la víctima, la que utilizan como alimento. Pero aquellos que terminan suicidándose, se dirigen a lo más bajo de los planos sutiles, y allí deben aguardar hasta que su tiempo se complete.

Sin embargo sucede que algunos escapan de esta situación queriendo retornar de inmediato a un cuerpo físico, y no escatiman en elegir cualquiera, aun los más enfermos e insanos. Es por ello que los médicos a veces sospechan que los enfermos parecen tener más de una personalidad. (2)
Pero, ¡alto! quizá nos estemos anticipando y tomando el camino errado que tanto critican los científicos ortodoxos y dueños del tema... al fin y al cabo, SPM y TID son siglas impuestas por sus escuelas y asociaciones. Vayamos por otro camino que no desafíe al arcontado académico y hablemos de la tarea del shaman, el hombre santo similar al sacerdote exorcista, que con su capacidad innata de unir ambos mundos, el de los presuntos muertos y el de los supuestos vivos, logra desprender las entidades exógenas que pueblan el alma de la víctima.

Pero ¿quiénes son estas entidades exógenas? La psiquiatra Shakuntala Modi ha estado lidiando con sus colegas la posibilidad que las enfermedades mentales tengan su verdadero origen en entidades que parasitan la mente del enfermo; pero esto no es nada nuevo, una gran cantidad de doctores de la mente han propuesto esta hipótesis de trabajo basados en los resultados prácticos que encierra actuar con este modelo, al liberar almas errantes o complejos psicológicos autónomos que se han anclado en la psiquis del paciente. Por supuesto, esto quiebra de alguna forma los axiomas del materialismo: los muertos son cuerpos en descomposición bajo tierra, ¿no? ¿Acaso esto daría la posibilidad que vampiros incorpóreos reptaran en busca de arterias emocionales que perforar, buscando la saciedad de sus impulsos egocéntricos en humanos que resuenen con su bajo estado emocional?

La doctora Modi en su libro Remarkable Healings coincide graciosamente con los puntos de vista de un enfermo, o en términos más laxos, un padeciente del síndrome de parálisis del sueño: Louis Proud; en su libro Dark Intrusions, Proud elabora sus experiencias durante duermevelas desasosegados en que comulga con extraños seres de fisicalidad variable pero con un único propósito que, para poner paños fríos, abreviaríamos en alimentarse. Pero sobre todo, Modi y Proud coinciden en algo sustancial: nuestras mentes se encuentran expuestas a unas entidades desconocidas u ocultadas por la ciencia ortodoxa. Modi comenta: (3)
Los demonios en mis pacientes usualmente se mofan sobre su tremendo éxito en hacernos creer que ellos no existen. Dicen trabajar muy duro para mantenernos alejados de la verdad respecto a su intromisión en los asuntos humanos, porque si supiéramos de su existencia, entonces podríamos resistir sus influencias y encontrar diferentes caminos para liberarnos de ellos.

[...] debido a nuestro miedo innato a la hueste infernal, y por la razón que no podemos percibirlos con los cinco sentidos físicos, tendemos a no creer en su existencia. Durante el tratamiento, lo que me impresionó mucho fue que, bajo hipnosis, mis pacientes reportaron de manera consciente que con la ayuda de Dios y sus ángeles, podemos ser más poderosos que los demonios.

Ellos tienen tanto poder como les dejamos tener; el tema entonces es: ¿debemos sentirnos satisfechos con nuestras creencias y limitado conocimiento, o deberíamos abrir nuestras mentes y buscar la verdad?
Intentemos echar algo de luz a todo esto e invitemos a los brillantes conceptos encerrados en el Sepher Ha-Gilgulim (El Libro de la Revolución de las Almas) de los escritos de Isaac Louria (traducción al español realizada a partir de la edición incluida en la Kabbala Denudata de Knorr von Rosenroth):
Sabemos bastante, y más de lo que hace falta, por qué las envolturas externas se desencadenan en este mundo de manera que empujan al hombre al pecado, y sacuden toda piedra, de modo que excite la cólera de su santo Creador, y que su gloria cohabitante sea enviada al exilio y que el lugar de su santuario sea devastado. Todo esto no es sino el resultado de los pecados de Israel. En cuanto a la manera en que esto sucede, vamos a decirla: Los Exteriores o cortezas son las escorias, los excrementos; la impureza de los siete reyes de Edom, sus nombres, es la muerte; mientras que al contrario, lo que se separa de ellos se llama la vida. Durante tanto tiempo pues como alguna cosa santa permanece en el medio de los exteriores, les mantiene lugar de vida, y les suministra la vitalidad, la nutrición, el aliento; privados de esta santidad, perecen. Se esfuerzan pues para arrastrar al hombre al pecado, para guardar bajo su sujeción, encadenada en su medio, al alma que les asegurará la vida y les alimentará en la tranquilidad. Como los otros, ellos trabajan con miras a su conservación; y como está escrito en Prov. 6, v. 29: “no se puede cubrir de oprobio al ladrón que ha robado para colmar su alma, cuando tenía hambre.”
Los córtices o envolturas,
vampiros que cohabitan en la mente
y se nutren de sus emociones negativas
Encontramos una explicación alarmante: la humanidad se encuentra asediada por entidades exógenas, denominadas envolturas o cortezas, una brava analogía a como denominaríamos a un vampiro sin cuerpo: las almas en pena, aquellas que no han cruzado hacia la quinta densidad; ¿nos atrevemos a algo más? Un ser humano muere, pero no su desarrollado cuerpo de deseos —en la jerga jungiana: un ser de sombra destinado a la disolución— se sustenta alimentándose de seres vivos que vibren en una frecuencia emocional similar, pero antes deben lograr invadir la psiquis de su huésped. Como la doctora Modi comenta, esto ocurre en momentos de debilidad física o psicológica, ya sea por un stress insoportable, abusos durante la niñez (esto da soporte a las manipulaciones familiares de la doctora Eve Lorgen), también a través de cirugías con anestesia total, incluyendo desmayos y desvanecimientos; en cualquier caso, se debilita el escudo psíquico lo que facilita la penetración de estas entidades exógenas.

Con esta visión expandida de la biología, que tan sólo implica un peldaño adicional en el ziggurat alimenticio, es como las larvas astrales obtienen energía para su sustento. Pero tenemos un dato de color adicional, que el filósofo rosacruz John Baines lo atribuiría al desbalance del centro magnético debido a la presencia de entidades impuras que afectan la suerte del encarnado: tal es así que en la Tierra, los blancos más habituales no son los estudiantes, sino los que se han recibido pero retornan para ayudar:
Cuanto mayor es la santidad del alma, más abundante es el aflujo que ellas sacan de ella gracias a ella. De donde se desprende, que ellas se esfuerzan sobre todo en hacer pecar a las almas mejores, para enterrarlas en las profundidades corticales, y que los discípulos de los sabios están asediados por mayor número de cortezas que los otros hombres. Esto es lo que hace decir a nuestros venerados maestros: “El discípulo del sabio debe guardarse de salir solo a la noche.” Al mismo tema se refiere igualmente una palabra que ya hemos citado en el capítulo primero: “aquel que es mayor que su vecino, contiene también mayor cantidad de malos deseos.” Tal es la razón por la que vemos a hombres ilustres y superiores a los otros, abandonarse a los más grandes y detestables pecados: con la ayuda de Dios, daremos más amplia explicación de este hecho en este mismo capítulo.
Desde la óptica gnóstica y cátara, es posible de ver esto más objetivamente si entendemos que las Potestades de la Creación no suministran jamás energía a un entidad parasitaria: ¿no darle perlas a los chanchos? ¿que el manantial no afluya a un sumidero? Sin embargo, cuando un Guacho, Brujo o Bodhisattva (en la jerga del material de las canalizaciones modernas: un Wanderer) encarna, posee una enorme energía creativa a su disposición; esto, por supuesto, es detectado rápidamente y evaluado cuidadosamente de forma de maximizar su aprovechamiento por parte de los Arcontes: las entidades parasitarias de consciencia superior. (4)

El Wanderer durante su estadía terrenal es puesto a prueba de manera más intensa, restringiéndole de oportunidades y opciones por un afinado sistema de control; lograr resolver creativamente estos inconvenientes y superar las restricciones impuestas, debiera ser su principal dedicación.

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La ceguera a los cambios

Es digno de mencionar que muchas veces es más fácil percibir actitudes en otros que en nosotros mismos. De alguna forma el ego se encarga de ensombrecer la atención sobre aquellas conductas groseras que otros observan sin dificultad. Un mero ejemplo de esto lo podemos hallar en la Biología, donde los científicos postulan con elegancia las conductas cíclicas del comportamiento animal, sin embargo quedan ciegos o tal vez desconsolados al ver a la raza humana, al animal humano, compartiendo el mismo accionar urobórico; en las palabras del prestigioso psicólogo Wilhelm Reich:
El tema del psicoanálisis era amplio y variado. Para el hombre de la calle fue como una cachetada. ¿Creen ustedes que sus acciones están determinadas por su propia libre voluntad? ¡Por cierto que no! Las acciones conscientes son sólo una gota en la superficie de un océano de procesos inconscientes, de los cuales nada puede conocerse y cuyo conocimiento atemorizaría. ¿Los individuos están orgullosos de la "individualidad de su personalidad" y de la "amplitud de su pensamiento?" Todo eso es mera ingenuidad. Sólo se es juguete de los instintos, se hace lo que ellos quieren.

Por supuesto, eso ofende la vanidad de la gente, pero también se ofendió cuando tuvo que aprender que descendía de los monos y que la Tierra sobre la cual se arrastra no era el centro del universo, como creyó algún día. Todavía se cree que la Tierra es el único astro, entre millones, que está habitado. En pocas palabras, se está condicionado por procesos que no cabe controlar ni conocer, que se teme e interpreta erróneamente. Hay una realidad psíquica que va más allá de la conciencia. El inconsciente es como la "cosa en sí" de
Kant: no puede ser captado en sí mismo, sólo puede ser reconocido por sus manifestaciones.
El anquilosante academicismo patológico que hoy profusa la ciencia, donde se ha perdido el rastro de los sinceros trazos con que el espíritu cincelaba el camino hacia una elevación de la consciencia, teme volver sus ojos hacia adentro y ver la pocilga inmunda y robótica que habita y se empeña en mantener.

En las ciencias informáticas es común analizar patrones de comportamiento sobre bancos de datos masivos. A veces mezclando disciplinas de otras ramas académicas es factible hallar nuevas relaciones que descubran la ceguera de una situación que se manifestaba en el silencio del tumulto. Es así como han surgido técnicas que remueven las groserías de los datos para descubrir acaso el oro de los informáticos: la información. Hallar esta formación interna dentro del caos es eliminar incertidumbre. Pero sin duda añade conocimiento: ahora el ojo sabe qué buscar. Tal vez sea difícil encontrar oro, pero lo es aun más si uno no sabe que existe. Y es aquí donde nos proponemos profundizar un poco, porque como intentamos elucidar desde hace un tiempo, tenemos serias consideraciones en que nos encontramos ante las puertas de un extraño proceso que no tiene sus raíces en la realidad física a la que estamos acostumbrados; recordemos que no se perciben las sutilezas del cambio cuando no se espera que ocurra.

El ojo entrenado coincidirá en que la atención es el dinero mental. Estar atentos es un mantra en el catarismo, en el gnosticismo y en las enseñanzas de Gurdjieff y Mouravieff, y aun en las primeras escuelas cristianas. La atención va de la mano con el incremento en la consciencia y esto decanta en ver la realidad que nos rodea y a nosotros mismos tal como somos: incentivando la objetividad y minimizando el prejuicio, pero también eliminando la ensoñación de la ilusión. Con lacerante claridad, Piotr Ouspenski, en su irreemplazable libro El Cuarto Camino, nos persuade sin medias tintas:
Yo diría que lo un hombre puede conseguir, lo que puede prometérsele con la condición de que trabaje [interiormente], es que después de algún tiempo de trabajo, se verá a sí mismo. Puede conseguir otras cosas, como la consciencia, la unidad [de los egos], la conexión con los centros superiores [¿tal vez el embrión áureo?], todas vienen después de esto, pero desconocemos en qué orden. Empero debemos recordar una cosa: hasta que consigamos esto –hasta que nos veamos– no podemos conseguir nada más. Hasta que empecemos a trabajar con este objetivo en vista, no podremos decir que hemos empezado a trabajar. De modo que, luego de algún tiempo, deberemos ser capaces de formular nuestro objetivo inmediato, como poder verse uno mismo. Ni siquiera conocerse uno mismo (esto viene después) sino verse uno mismo. El hombre teme verse. Pero puede decidir tomar valor y ver qué es.
Rise and rise again
until lambs become lions
No suele ser infrecuente la mueca de horror que se refleja en el espejo de la objetividad: no nos cabe duda ni aun vergüenza en reconocerlo; el verdadero acto heroico está en no torcer la mirada y huir en busca del refugio de la Ilusión, sino en enfrentarlo y con la humildad del trabajo cotidiano ir removiendo los samskaras buscando su sublimación: solvet et coagula o quizá también como aquellas palabras que leyó grabadas en su espada Robin Hood: Levántate una y otra vez, hasta que los corderos se conviertan en leones. En la clara exposición que hace Allan Kardec, de sus Obras Póstumas:
El perfeccionamiento del espíritu es el fruto de su trabajo, y adelanta en razón de su actividad o buena voluntad para obtener las cualidades que le faltan.
No siendo posible al espíritu obtener en una sola existencia corporal todas las cualidades morales e intelectuales que le son precisas para llegar a su objeto final, logra esto por medio de una serie de existencias, en cada una de las cuales adelanta más en la vía del progreso y se purifica de alguna de sus imperfecciones.
A cada nueva existencia, el espíritu lleva consigo el caudal de inteligencia y moralidad que adquirió en sus existencias anteriores, lo mismo que los gérmenes de las imperfecciones de las que no se ha despojado todavía. [...]
Debiendo el espíritu a cada existencia corporal, adquirir algo bueno y despojarse de algo malo, resulta que al cabo de cierto número de existencias, se encuentra llegado al estado de espíritu puro. [...]
Cuando los espíritus han adquirido en un mundo cualquiera la suma de progreso que el estado de este mundo permite, lo abandonan para encarnarse en otro más adelantado, donde adquieren nuevos conocimientos, y así sucesivamente hasta que no siéndoles necesaria la encarnación en un cuerpo material, viven exclusivamente en la vida espiritual, no dejando por eso de progresar, si bien en otro sentido y por otros medios.
¿Pero a qué cambios nos referimos? Todo algoritmo o todo ciclo tiene su período de acoplamiento y esto es, aquella parte en que el tiempo del fin (1) coincide con los inicios del siguiente ciclo: cuando la serpiente se muerde la cola. Pero al igual que con la frialdad tecnicista con la que se emprende el análsis de un algoritmo, la intrincada secuencia representa el periodo en que más cambios se entrelazan, y aquellas variables y procesos que han cumplido su ciclo son liberados. Nada es gratis en la vida, pero hay que estar atentos para aprovechar las ofertas; en este sentido el libro Manual para el Nuevo Paradigma de George Green puede aportarnos una descontracturada mirada:
Vuestra supuesta libertad de pensamiento en el proceso de elección ha sido violada. [...]
[La idea de los que detentan el poder] es conseguir esto sofocando la mayor parte del conocimiento consciente de este planeta a través de la mayoría de sus habitantes. Esto se ha planeado para que coincida con el final, o el giro, hacia un mayor ciclo creativo en esta galaxia. Su mayor debilidad radica en su coordinación y metodología, puesto que la contracción de conocimiento más allá de la norma universal, cuando está colocado en un punto de descanso momentáneo, ofrece la oportunidad de una expansión reactiva de proporciones considerables.
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