La realidad como un tablero inclinado

Nos alejaremos un tanto de la componente hiperdimensional para presentar la posición de las piezas en el tablero de la psiquis; luego intentaremos ofrecer una vista más amplia pero quizá no tan académica, que nos brinde una pista para no perdernos en el laberinto del trabajo interior.

La doctora Martha Stout, psicóloga con especialidad en traumas, ofrece en su libro The Myth of Sanity (El Mito de la Cordura) varias anécdotas sobre sus pacientes con trastorno de identidad disociativo; hemos analizado este asunto anteriormente desde la interesante perspectiva de la interferencia exógena como la presentada por la psiquiatra Shakuntala Modi. Sin embargo, no profundizamos en este proceso que dispara la fragmentación de la psiquis.

La doctora Stout denomina como estados del ego disociado a una formación de la personalidad o constelación de rasgos psicológicos y patrones de conducta cuya existencia es generalmente desconocida por el individuo consciente (esta definición que calza ajustada a las gafas académicas puede alternarse con un mínimo de esfuerzo intelectual con la definición más orgánica de introyecto propuesto por la psicóloga Elan Golomb). Un ego disociado o introyecto puede anunciar su presencia con un nombre propio o etiquetarse entre ellos como "el enojado," "el triste" o "alguien con un mensaje;" sin embargo, no todos los egos o introyectos parecen reconocerse entre ellos y en general compiten por expresarse a través del anfitrión.

Algunos datos de color para el ojo entrenado: los egos disociados comentan que han acudido a una solicitud por parte del individuo; es decir, que han sido invitados durante un evento traumático en que el individuo (ego observador o consciencia anfitrión) se vio en una situación insoportable de dolor o violencia, generalmente durante su niñez. Cuanto mayor la intensidad del trauma, mayor la interferencia y la frecuencia con que retiene el control por parte de los egos disociados, generando episodios de amnesia o tiempo perdido para el individuo. Asimismo, la irrupción de un ego disociado produce cambios dramáticos en el patrón discursivo, tipo de voz y expresiones faciales; en algunos casos, estos cambios involucran drásticos cambios de apariencia o postura, o la capacidad de realizar actos físicos desmesurados. (1)

Durante los episodios traumáticos de la niñez, las fases de olvido o fuga fueron efectivamente buscados como un mecanismo para sobrevivir psicológicamente a la situación de abuso; pero al parecer, esta evasión de la realidad continúa durante la vida adulta al ser detonada cuando alguna de las situaciones emocionales es percibida, incluso si es detectada de manera equivocada; en los casos extremos los egos disociados toman control del ego observador, suplantando su patrón de conducta: este tipo de paciente se denomina switcher por su tendencia a desconectarse intermitentemente de la realidad. Sin embargo, los casos más comunes son los de disociación parcial:
  • reactividad disociativa, donde el ego observador se ausenta esporádicamente ante la sensación de un evento traumático; el alter ego que lo reemplaza tiende a ser reactivo o violento;
  • disociación sentimental, cuando se enfrenta una situación traumática que dispara un escudo psicológico, como una callosidad que impide el apercibimiento de sentimientos; en general no hay alter egos, sólo se manifiesta una sensación de vacío emocional;
  • semifuga: semejante a los estados descritos por la doctora Golomb como niebla emocional, donde una ristra de pensamientos negativos parece colarse en la mente; en estos casos los alter egos se fusionan con los patrones normales de conducta, la consciencia anfitrión notará que su humor se altera profundamente y se contagia de frustración e incomodidad para el trato social.
La doctora Stout concluye en que un sobreviviente de eventos traumáticos es ciertamente una víctima, pero no se reconoce como tal; por ello, el primer paso para la recuperación consiste en redescubrirse como una víctima, y entonces tomar la responsabilidad para dejar de serlo. Para reencausar esotéricamente este escenario, debemos invitar a otro doctor de la mente del que hemos hablado reiteradamente: Kazimierz Dabrowski y su teoría del desarrollo emocional:
De acuerdo con la teoría, no se pueden alcanzar niveles superiores de desarrollo sin la desintegración de las estructuras mentales inferiores; estas estructuras inferiores tienden a ser reactivas, automáticas e instintivas; mientras que las estructuras superiores son cada vez más autónomas y conscientes. En niveles inferiores, especialmente la psicopatía, el intelecto simplemente es un instrumento en la búsqueda y satisfacción de los impulsos primitivos; a niveles superiores esta es influenciada por la empatía y una jerarquía de valores. La voluntad o consciencia progresa de una determinación biológica/ambiental a algo superior y dirigida por uno mismo.
De la mano de esta teoría presentaremos los conceptos del doctor George K. Simon, autor del libro In Sheep Clothing (En Piel de Cordero) que describe cómo hacer frente con las personas manipuladoras; Simon presenta un tablero donde dos colores de piezas se enfrentan: las agresivas que abiertamente se enfrentan ante cualquier conflicto potencial y las sumisas que asiduamente se retiran de cualquier situación de potencial conflicto. Análogamente a esta clasificación, existe otra escala de opuestos que respondería al dilema ¿es mejor pedir perdón que pedir permiso?:
Los agresivos encubiertos son por lo general muy buenos en sus maneras de tomarnos el pelo sin necesidad en que uno se lo facilite. Como se ha mencionado reiteradas veces, nuestras nociones tradicionales sobre la naturaleza humana nos dejan expuestos a la manipulación y explotación. Una de estas nociones desviadas es la creencia de que todo el mundo es [psicológicamente] parecido al resto.

Este concepto erróneo es común debido a la influencia de las teorías tradicionales sobre la neurosis y la premisa que sostienen que todos somos en algún grado neuróticos. Es entonces extremadamente importante recordar que
los individuos con trastorno de carácter son muy diferentes de los demás: no actúan de la misma forma, y como los años de investigación han confirmado, tampoco piensan de la misma forma.

Las personalidades agresivas también difieren en otros pormenores: no comparten la visión de la realidad o el código de conducta de respeto por el prójimo. Tampoco son influenciados o motivados por las mismas cosas; en efecto,
mucho de lo que se nos ha enseñado sobre las personas simplemente no se aplica a las personalidades agresivas.
Marcos aprovechándose de su hermana en Nueve Reinas:
- Dame tu palabra de honor, siempre fue tu punto débil.
El doctor Simon enumera dos clases de personalidades: las neuróticas, donde la consciencia acentuada provoca ansiedad originada por el conflicto interno entre sus pulsos instintivos y su remordimiento consciente, y las personalidades con trastorno de carácter: aquellas que carecen de dominio de sí mismo; en las que no hay otra preocupación que la satisfacción de las necesidades propias; es decir, aquellas que carecen de consciencia.

¿Es posible obtener algo en claro? Quienes recuerden la dicotomía de las orientaciones, observarán un claro patrón entre las dos clases de personalidades. Más aun, si añadimos la componente exógena del sistema de control hiperdimensional el big picture del tablero inclinado comienza a hacerse claro: la componente exógena interfiere a las personalidades con consciencia pero premia a las desalmadas (y nunca mejor usada la palabra si recordamos el concepto de
portales orgánicos).

¿Y existirá un beneficio después de todo? Seguramente; la consciencia que encarne en una familia narcisista tiene la difícil tarea de transducir situaciones detrimentales en positivas; si logramos clarificar la situación desde una perspectiva espiritual, lo que veremos es una entidad con altas tendencias altruistas, que busca encarnar en una misión de servicio al prójimo, pero que también posee una ceguera hacia su propia integridad o defensa; y ha venido a aprender justamente eso: no sólo a defenderse sino también a dejar de elegir situaciones que lo pongan en seria desventaja frente a los demás, pues claramente el fin no justifica los medios. Durante este aprendizaje, su verdadera misión probablemente sea la de lograr el balance a través de la impecabilidad.

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